Esta receta está pensada para esos días en que nos apetece disfrutar de un plato rico pero sin perder el respeto por los procesos necesarios para tener una buena digestión y una buena asimilación de nutrientes.
A la hora de mantener unos buenos hábitos generales de alimentación, la organización en la cocina se vuelve necesaria. Una legumbre o un cereal integral requieren su tiempo de cocción, y es algo que difícilmente consumiremos si no disponemos de ese tiempo a la hora de preparar nuestra comida. En cambio, dedicar un rato de un día que nos vaya bien a cocinar estos alimentos, es garantía de que vamos a comer saludable incluso los días más apretados.
Suelo cocinar un cereal o legumbre base y después, en el día a día, lo añado a platos rapidísimos de elaborar. Sin más. Sin complicaciones. De esta manera, en muy poquito tiempo tengo preparado un menú completo y nutritivo. Puedes añadir tu cereal o legumbre base a una sopa o crema de verduras, añadirlos a una ensalada o elaborar unas hamburguesas en tiempo récord.
Y después están esos días en los que me apetece experimentar y disfrutar de nuevos sabores. Esta receta fue creada uno de esos días en donde el silencio es vía de conexión con nuevas ideas. Pensaba en dos platos de arroz deliciosos que aprendí a elaborar anteriormente, uno de ellos en la cocina de un restaurante y el otro mientras me formaba en un curso de nutrición energética. Los dos distintos pero deliciosos e inspiradores, porque surgió esta receta que hoy me hace muy feliz compartirte, mientras agradezco por esas ideas transmitidas desde otro espacio, por esos mensajes cósmicos que recibimos y tanto sentido tienen.
Te presento mi nuevo arroz favorito. Con quinoa, crema de guisantes y leche de coco para aportarle una textura cremosa que me recuerda al risotto y me hace disfrutar muchísimo de la experiencia de nutrirme con buenas opciones y al mismo tiempo muy sabrosas para cuando necesito ese disfrute emocional.

Cocina las verduras desde frío, por una hora y a fuego bajo. Añade la sal al final. La sal concentra y lo que queremos es que las verduras suelten todo su sabor en el agua. Cuece el arroz y la quinoa en este caldo. Reserva una taza de caldo para el sofrito de verduras.
Pica las verduras y trabájalas en una sartén con aceite de oliva y sal en este orden: primero la cebolla hasta pochar, después añade el tomate rallado y pasados unos 10 minutos añade el resto de verduras. Ahora cocina todo durante 30 minutos más a fuego bajo. Incorpora una taza (250 ml) de caldo de verduras y cocina 10 minutos más o hasta que se evapore el líquido. Tritura.
Hierve los guisantes durante 2 minutos. Tuesta y muele las semillas de girasol hasta hacer harina. Añade a la batidora todo junto con el resto de ingredientes y bate, añadiendo un poco de agua o caldo para facilitar el batido y lograr la textura que te guste. Añade la cantidad de limón y de sal que a ti te resulte agradable. Empieza por menos y ves ajustando según tu preferencia. Reserva en la nevera.
Comienza poniendo al fuego una sartén con aceite de coco. Añade el sofrito y calienta un poco. Incorpora el arroz cocido, la quinoa cocida y deja que tome algo de temperatura. añade la leche de coco, primero 500 ml y ves añadiendo si es necesario. Deja reducir hasta obtener una textura cremosa que te recuerde al risotto. Pon a punto de sal y finaliza con un poco de zumo de limón. Remueve, sirve y decora con unos puntos de crema de guisante y con brotes.
Ingredientes
Instrucciones
Cocina las verduras desde frío, por una hora y a fuego bajo. Añade la sal al final. La sal concentra y lo que queremos es que las verduras suelten todo su sabor en el agua. Cuece el arroz y la quinoa en este caldo. Reserva una taza de caldo para el sofrito de verduras.
Pica las verduras y trabájalas en una sartén con aceite de oliva y sal en este orden: primero la cebolla hasta pochar, después añade el tomate rallado y pasados unos 10 minutos añade el resto de verduras. Ahora cocina todo durante 30 minutos más a fuego bajo. Incorpora una taza (250 ml) de caldo de verduras y cocina 10 minutos más o hasta que se evapore el líquido. Tritura.
Hierve los guisantes durante 2 minutos. Tuesta y muele las semillas de girasol hasta hacer harina. Añade a la batidora todo junto con el resto de ingredientes y bate, añadiendo un poco de agua o caldo para facilitar el batido y lograr la textura que te guste. Añade la cantidad de limón y de sal que a ti te resulte agradable. Empieza por menos y ves ajustando según tu preferencia. Reserva en la nevera.
Comienza poniendo al fuego una sartén con aceite de coco. Añade el sofrito y calienta un poco. Incorpora el arroz cocido, la quinoa cocida y deja que tome algo de temperatura. añade la leche de coco, primero 500 ml y ves añadiendo si es necesario. Deja reducir hasta obtener una textura cremosa que te recuerde al risotto. Pon a punto de sal y finaliza con un poco de zumo de limón. Remueve, sirve y decora con unos puntos de crema de guisante y con brotes.
NOTAS:
A la hora de enfriar cualquier caldo, hazlo siempre destapado y sobre una rejilla para que no fermente.
Si te sobra crema de guisantes, utilízala para acompañar ensaladas, verduras, añádela en un wrap… Para dipear con unas crudités está deliciosa. Si no quieres complicarte demasiado, omite esta elaboración y simplemente decora con algo verde.
Te recomiendo siempre respetar los tiempos de remojo, cocinado y enfriado en nevera de los cereales y pseudocereales. De ello depende eliminar sustancias que no nos interesa consumir, tener una buena digestión del grano y una buena asimilación de nutrientes posterior.
Aquí te explico cómo remojar y cocer la quinoa. Te recomiendo mucho leerlo y respetar el proceso.
El arroz nerone se cocina igual que el arroz integral, remójalo ocho horas y cocínalo unos 45 minutos. Una vez cocido el grano, déjalo reposar en la nevera durante 24 horas. Durante este tiempo, el almidón que se encuentra de forma natural en estos alimentos sufre una transformación. Si lo cocinamos y lo comemos al momento, el almidón se digiere parcialmente y no es prebiótico. Al refrigerar y reposar, cambia su estructura dando paso al almidón resistente de tipo III. Este tipo de almidón, no se digiere o muy poco, pasa directamente al colon, por tanto, se reduce la ingesta calórica, no hay aumento de insulina y es alimento para las bacterias beneficiosas sirviéndoles de alimento prebiótico, entre otros muchos beneficios. Este almidón transformado, se puede recalentar siempre que no supere los 170 grados. Con altas temperaturas volvería a su estado anterior. Se puede recalentar en sartén, pero no en horno. Vale la pena respetar el proceso, sólo hay que organizarse sabiendo que lo cocinado hoy, será para comer mañana.